18 abril 2009

Tres partes de nostalgia.

Esta segunda entrega, nos lleva hasta el reencuentro de un par de amantes quienes luego de no verse por un largo tiempo, se darán cuenta que su vida ha cambiado y cambiará para siempre.



El track list de este programa.

Fondos
  • Funki Puccin
  • Falling
  • Were is everybody / Nine inch nails
  • Open your arms / Editors
  • Ende Neu / Einstürzende neubauten
  • Fall / The Editors
  • California / Dead kennedys
  • Camera / Editors
  • Nine inch nails


Pistas
  • Mr. Sr destruct / Nine inch nails
  • Marbel House / The Knife
  • Instalation no. 1 / Einstürzende Neubauten
  • Here comes the summer / The Fiery Furnances
  • The wretched / Nine inch nails
  • Lights / The Editors
  • Like Pen / The Knife
  • Shivers / Nick cave
  • Nine inch nails
  • Where is there / Röyksopp


Tres partes de nostalgia.

Tomó mi dorso, con sutileza; acariciando levemente mis caderas, acribillándome con una mirada que me obligó a cerrar los ojos. Sentí la tersura de sus yemas recorrer la piel que se erizó al contacto. Dedos durazno, caricia de nube. Con paciencia fue arrancando el boxer. Sus dedos entonces se pasearon por mi endurecido vientre, me sentí al borde del orgasmo; con la punta de los pies en la orilla del rascacielos de mi líbido. Mordisqueé el labio inferior atrapando el gemido que a poco estuvo de escapar, secuestrándolo para torturarlo unos minutos más. Con los ojos cerrados imaginé la escena, no sabía que me provocaba más excitación, si sólo sentir o mirarlo todo, incluso a él, detrás de ella, besándole los hombros.

***
Habíamos llegado temprano al lugar que ya estaba lleno en su totalidad, dejando la barra sólo para nosotros y un par de trajeados que parecieron no percatarse de nuestra presencia. Lena, me había invitado junto con Martín a beber cerveza, hacía tanto que no nos veíamos que acepté la invitación. Nuestra historia tenía tonos amarillentos; en algún momento, un par de años atrás Lena y yo, habíamos vivido un tórrido romance en el que desbordamos el placer hasta el último día de su estadía en México. Luego, Martín se la llevó para regresar justo una semana antes de recibir aquella inesperada llamada telefónica. Ambos se habían ido a Estados Unidos gracias a que la institución para la que trabajan les había ofrecido un trabajo de investigación en el extranjero. Nos prometimos no olvidarnos y seguir en contacto, al cabo de unos meses todo pareció haber terminado definitivamente. Hasta ahora, que los miraba de nuevo, con un nuevo rostro, con una nueva vida por delante.

***
Tomó mi sexo con su delicada mano izquierda y justo cuando ella abría la boca, yo hacía lo mismo con mis ojos. No podía dar crédito a aquello. Desde siempre, su boca era capaz de provocarme una erección con el simple hecho de entreabrirla y dejar que los dientes frontales se asomaran por debajo del labio superior. Cavidad lasciva, donde todo mi deseo nadaba en la saliva. Miré como mi sexo se hundía en sus fauces, me estremecí. Martín pasó su lengua por sobre uno de sus hombros que apenas iba desnudando. En cuestión de segundos y sin mayor recato, logró sacarle la blusa que abrió con pericia desde atrás, sin siquiera mirar la hilera de botones que la cerraban. Lena tuvo que hacer ambos brazos hacia atrás para dejarla salir por completo. El sujetador pronto fue relajado, para luego los tirantes descender por los mismos brazos. Volcanes inversos pendiendo del cuerpo, de donde quise beber toda la lava ardiente. Las manos de Martín rozaron los endurecidos pezones y una de ellas subió hasta el cuello, ella, respondió con un gemido ahogado justo cuando su lengua se asomaba para acariciar el cuerpo hinchado de mi sexo. El manantial de mi placer, estuvo a poco de brotar.

***
Martín y yo pedimos cerveza una vez que estuvimos en la barra, Lena pidió una naranjada, cosa que me sorprendió. Pocas veces me atreví a mirarlo a los ojos, la maldita culpa, a pesar de estar añejada aún me impedía mirarlo directo. Lena, me regaló de nuevo aquella mirada que me hizo recordarla debajo de mis sábanas tiempo atrás, llenándome de intriga, llenando mi boca de deseo por probarla nuevamente. No sabía a ciencia cierta si él ya estaba enterado de nuestro clandestino pasado, no obstante en aquel momento parecía no importar. Levantamos Martín y yo nuestras botellas y Lena hizo lo mismo con su vaso lleno de naranja; entonces brindamos por los viejos tiempos, por los momentos añejados, por el silencio que los hizo buscarme de nuevo.

Entre los dos se encargaron de ponerme al tanto de lo que había sido su vida lejos de su país, una vida envidiable que me obligó a beber con premura mi cerveza y pedir un par más antes de que concluyeran con su relato. Todo era distinto en su nueva vida y su relación iba en mejora, según me contaron. Mi deseo de estar de nuevo con Lena a solas, se evaporaba como el humo del cigarro de Martín quien a pesar de su promesa antes de irse, no había logrado dejar de fumar.

***
Los labios de Lena dejaron mi sexo cuando su cuerpo se irguió para permitir que Martín la acariciara con libertad. Echando su cabeza hacia atrás, parecía estar apoyada en el hombro de él quien aprovechando la postura le besaba la parte del cuello que el cabello dejaba libre. Tuve que enderezar mi cuerpo para alcanzar el de ella, mis manos se fueron directamente a sus caderas contorneándolas con delicadeza, mi lengua presta se fue directamente hasta el ombligo ahora desnudo. Hendidura de mi deseo eterno. Las manos de Martín abrieron paso para que mi lengua pudiera subir hasta los enardecidos senos que sentí un tanto más endurecidos que en otras ocasiones. La boca, de nuevo la boca de ella se hallaba entreabierta, disfrutando, gozando de cada caricia, del par de manos y lenguas que la adoraban como a una diosa. Aspiré el perfume de la piel que me supo ajena, aunque por ese instante tan mía. Discretas mis manos abrieron el pantalón ajustado de ella mientras Martín hacía lo mismo con el suyo. Una vez abierto, lo arrastré por las piernas que miré perfectamente contorneadas y con el tono de piel que la hacía única y que en cada encuentro siempre quise devorar. Vapor dérmico, inundando los pulmones. La prenda salió luego de que con urgencia, le saqué los zapatos y calcetines, siempre asistido por ella. De regreso mis manos se deslizaron por todo el perfil de su figura hasta que en un punto, justo en las caderas, rozaron con las de Martín. Me estremecí.

***
Sus planes a futuro me hicieron desear estar muerto y pensar que mi vida se reducía a un rutinario trabajo que al paso de los años me dejaría una tremenda barriga y una terrible adicción por el café. Seguramente de habernos fugado Lena y yo habríamos llegado lejos. Aunque no tanto como lo estaba haciendo con Martín. Entonces me sentí incómodo, la mirada complaciente y los espontáneos golpecitos en mi espalda por parte de Martín me hicieron odiarlo y quererle romper la cara en ese momento, o en otro de menos ebriedad; pero rompérsela con todo el odio en los puños, con todo el dolor en el pecho.

Lena pidió una naranjada más, que bebió en pequeños tragos como hizo con la primera. El lugar se llenó de Röyksopp. La música me hizo viajar años atrás en que le había ofrecido mi vida entera, en que le había dicho que sería todo de ella si así me lo pedía. El olor de un recuerdo casi olvidado me picoteó la nariz e hizo que la mirara de nuevo ahí, acostada frente a mi, riendo divertida mientras yo le bailaba esa misma pieza, saliendo del baño de aquella habitación de hotel con la toalla amarrada en la cintura, justo, como me había dicho que ella le había bailado la misma canción a Martín tres noches atrás.

Entonces Martín tuvo que ir al baño dejándonos solos, como antes, como siempre me había gustado estar con ella. El silencio se atravesó entre los dos por unos segundos que parecieron interminables y que por fin ella espabiló con su dulce voz.

-¿Aún me deseas?- dijo, no supe si se trataba de una pregunta o un sarcasmo.

***
Me quedé en cuclillas luego de haber chocado mis manos con las de él, ahí me instalé a besar sus alargadas piernas, y me faltó tiempo, me faltó una vida para poder probar cada poro. De momento, levanté la vista atisbando como en lo inmaculado de sus bragas se formaban arrugas cuando Martín comenzó a bajarlas con lentitud. Me excité aún más y tuve que ponerme en pie para sacarme la ropa por completo. A Martín aún le quedaba la playera por lo que luego de que yo me desnudé, él me imitó dejando a Lena para mi solo. Caudal de deseo prohibido flagelando el alma con miradas seductoras de sabor euforia. Lena me ofreció la espalda, que de inmediato detuve con mis manos, tomándola por ambos brazos, la tuve quieta para que mi lengua pudiera bajar hasta llegar a sus hinchadas nalgas. Montes delirantes de perverso placer implícito. Con ambas manos las acaricié, con la misma delicadeza con que acariciaría a un bebé. Mi lengua bajó entre ellas, probándola toda y regresando hasta la baja espalda. Por error alcancé a mirar el cuerpo desnudo de Martín. La simple imagen me excitó aún más. Lo miré acercarse, detenerse justo frente al cuerpo que tenía frente a mi, y desde ahí escuchar como sus lenguas se enredaban. Lacónica vida, consumada en un roce de labios. Entonces vi, como la iba penetrando.

Pude escuchar un que gemido escapaba del cuerpo de ella, la posición resultó incómoda por lo que ambos se encaminaron en reversa hasta quedar cercanos a la cama. Los seguí y los miré tenderse de costado, aún invitándome a disfrutar aquel goce. Me acomodé detrás de ella para continuar con mis caricias al costado de su cuerpo. Roce de dedos flama. Las manos de Martín chocaron las mías en diversas ocasiones, a las que esta vez, ya no les di importancia. Mi boca probó su espalda mientras podía escuchar como en cada penetración de él, le eran exprimidos gemidos placenteros que terminaron por contagiarme. Inspirado, tomé una de sus delicadas nalgas para abrirla con astucia y luego de acomodar mi sexo, la penetré.

***
Sonreí, no sabía a ciencia cierta si era un juego todo aquello y si la idílica historia de su nueva vida se trataba sólo de una treta para mirar mi cara de estúpido al ser relatada.

-¿Tu qué crees?- me limité a responder con la pobre soltura que mi embriaguez me permitió.

-¿Lo harías conmigo...-

-¡Claro que si!- dije casi en un grito que de no ser por lo estrambótico de la música se habría escuchado en todo el lugar.

-...y con Martín?- sudé.

Alguna vez, ella me había confesado que una de sus máximas fantasías era estar con dos hombres al mismo tiempo. No le creí. Siempre pensé que aquello era una fantasía que a ninguna mujer podía excitar, me resultaba demasiado perverso para ser creíble. Röyksopp taladró mis oídos mientras uno de los pies de Lena rozaba la parte trasera de mi pantorrilla. Creí desvanecerme en aquel instante, una imperiosa necesidad de poseerla me abordó y a poco estuve de besarla cuando Martín regresó.

La miré en cada oportunidad que él se distraía, sólo para comprobar si lo que me había dicho era cierto y si aún seguía en pie la propuesta. La simple idea de desnudarme frente a Martín me provocaba cierta inhibición que me hizo temer –en caso de aceptar la oferta- no poder responder a mi excitación.

Al final de la sexta cerveza fue Martín quien ofreció irnos al departamento que su hermano les había prestado para su corta estadía en la ciudad. La embriaguez me hizo aceptar sin siquiera pensar de nuevo en la proposición que ella me había hecho. Conduje guiado por la disimulada embriaguez de Martín que se acomodó en el lugar del copiloto una vez que acerqué el auto frente a la puerta del lugar. Miré a Lena por el retrovisor salpicada de las luces citadinas. Desee dejar el volante y sentarme con ella, acurrucarme en su cuello, aspirarla, olerla por el resto de mis días, acomodarme en su hombro y dormir así, eternamente, olvidarme de su nueva vida y de Martín, sentirme protegido por esa inquietante sensación maternal que ahora me inspiraba.

Sus ojos contemplaban el anochecido paisaje, embarrándolo de la tristeza que ahora le escurría como lágrimas. De momento, me miró seria y al cabo de unos segundos sus labios se hicieron una hamaca donde mecí mis sueños más melosos.

***
Gimió, gimió como nunca la había escuchado gemir, no supe si era dolor o placer, o placer-dolor, no supe si aquello la excitaba o la hacía sufrir, pero a mi, me tenía sumamente excitado, eufórico y creo que a Martín también. Giró su cabeza para buscar mis labios con los ojos cerrados, torcí mi cuerpo para alcanzarlos y probarlos, enredar las lenguas, Martín se entretuvo con los senos, plagándolos de caricias y besos, llenándolos de la perversidad de su amor, de un silencio que nunca supe a bien si era por placer o dolor. Entonces ella giró sacándome de su cuerpo y sin con urgencia se enderezó para montarse sobre el hombre de su vida quien ya se había acomodado boca arriba. Dobló su cuerpo por la mitad y supe que era una invitación más a disfrutarla. No me contuve y la besé, la besé todo cuanto pude, todo cuanto mi lengua logró probar. De nuevo entré en ella. Las manos se enredaron, los gemidos se hicieron uno, la nostalgia de los años pasados se revolvió haciendo un cóctel de recuerdos en él, en ella, en mi.

Miré el rostro de Martín desde mi perspectiva y quise arrancarle a aquella mujer para siempre, llevármela, huir... quedarme con ambos.

Los movimientos en la cadera de Lena me hicieron sucumbir en un placer casi enloquecedor, ya no sabía quien de los tres disfrutaba más de aquel deleite, no quería enterarme; cerré mi mente y disfruté, gocé como nunca antes lo había hecho, como si fuera la postergada despedida que nunca nos dimos. Entonces nos llenamos de placer. El cuerpo de Lena se convulsionó y una de sus manos tomó una de mis piernas arañándola por accidente mientras la otra hacía lo mismo en el rostro de Martín quien bufó como un toro en celo, como un desquiciado amante perverso, yo la llené de mi placer.

***
El lugar se iluminó justo cuando entramos, Martín me invitó del wiskey que su hermano escondía en una escueta cava. Acepté más por continuar con aquella embriaguez nostálgica que por el gusto a la bebida. Lena presumió de su sobriedad en más de una ocasión hasta que por fin Martín nos dejó de nuevo a solas para buscar entre el tumulto de discos apilados la misma canción de Royksopp que había sonado en el bar. En tanto, ella me tomó con ambas manos el rostro y regalándome una triste mirada habló.

-He venido a despedirme, de ti, de mi país, de mi vida... – la miré desconcertado y por un momento me asusté; preferí escuchar – estoy embarazada. Royksopp sonó y el corazón se me salió.

17 abril 2009

Haciendo Música

Iniciamos pues esta aventura bloggera con un texto cargado de música en su expresión literaria, anhelando que tal entrega sea de su agrado.

• Lista de Pistas:

• Whitest boy alive/ Dreams
• Primal Scream/ Beautiful future
• Morphine
• Radiohead/ Rainbow
• Portishead/ Third y Live In NY
• Nine inch nails/ Slip
• Mogwai
• Viva las vegas
• Apex twin
• Kasabian/Kasabian



Haciendo música.

La luz lánguida de las farolas nocturnas, esas que se quedaron en los viejos barrios a los que Marian y yo pertenecemos; iluminaban la ráfaga de gotas desprendidas del cielo. Corrimos a la entrada del condominio donde se hallaba su apartamento, refugiándonos del agua y de los residuos del caos todavía instalado en los oídos. No era la primera vez que asistía al lugar, aunque si, la primera que iba sólo con ella. Su silencio a la entrada me hizo presentir lo mojado de mis ropas, incluso de las de ella. Jamás me había fijado en Marian como alguien más allá de una amiga, y tal vez era por los efectos del “arrebato” intoxicando mi torrente sanguíneo que en ese momento descubrí algo que me fascinó. El sonido de su respiración combinado con el insistente chapaleo de las gotas sobre el duro asfalto, me dejaron imaginar la tibieza que su cuerpo debía emanar aún debajo de la humedad de sus prendas. Por instantes en que ella se hallaba con la mirada fija en las gotas salpicando, me detuve con paciencia a contemplar lo alineado de su nariz, decorando con esmero la distancia pertinente de sus ojos. Que pestañas más largas pensé al notarlas a contra luz y cuánta humedad avivaba sus carnosos labios. Quizá por la fijación de mi mirada o por el silencio aturdidor del momento fue que me descubrió en la sublime contemplación.

-¿Qué te pasa?
- Nada… ¿de qué? – pregunté luego de tragar un poco de aire.
-Pues qué me estás mirando – sus palabras aceleraron el ritmo de mi corazón. Evadiendo sus ojos que ahora se convertían en los del inquisidor más fiero, me dediqué a contemplar un par de “luciérnagas” que descubrí a lo lejos. Ella los había bautizado con ese nombre, pues según su saber, en la antigua modernidad existían ciertos seres, insectos para ser precisos, que se contenían luz natural en sus barrigas, emulando los A66-T que por noches saturaban los cielos nocturnos en batería.
Pensé que había llegado el momento de partir y que finalmente lo que antes había intuido se trataba de un mero alucín.
-Bueno, me voy – dije ya sin mirarla
-A dónde vas –
-A mi covacha, ¿a dónde más?
-Estás loco, te vas a empapar más – la evidencia de mi estado se hizo tan líquida que se escurrió mezclándose con el riachuelo al borde de la banqueta, o sería que, ella habría ignorado tal evidencia ¿con toda intención?
-Pero si empapado ya estoy
-Estás loco, vamos a pasar – por primera vez en mucho tiempo sentí aquella emoción de enfrentarme a lo conocido
***
-¿Te gustó? – dijo mientras entrábamos al apartamento, dejando la tarjeta de acceso sobre otra más sobre la base del ventanal que comunicaba el pasillo de entrada con la cocina.
-Creo que no pudo haber sido mejor
-¿Escuchaste el riff que te decía?
-Si wey estuvo poca madre, fue cuando se elevaron
-¡No mames!¡No mames! Fue la agonía
-Igual, creí que el coeur se me estancaba
-Pon el disco mientras me cambio

Habituado a la organización del lugar, me dediqué a buscar en el alto disquero empotrado en la pared, el último de los SixSix, la banda de la que minutos antes habíamos degustado con el resto de los “Salitres”.

El bajo agravado retumbó las bocinas al primer compás. Aquello era como aspirar un kilo de “arrebato” de una sola parada. Los minutos se hicieron largos y Marian no regresaba. Decidí entonces buscar algo de cerveza colada en el pequeño frigobar de la cocina. La “Cervada” era la maravilla de aquel reducido frigobar, pues Marian gustosa de tal elixir, invariablemente tenía alguna lata en casa. Saqué un par adelantándome a destapar la de ella. Entonces apareció justo detrás de mi, como si todo el tiempo hubiera estado en aquel sitio esperando a que se la entregara o mejor aún, observando atenta cada uno de mis movimientos. Miré su cabello recién recogido en una coleta y la gama de colores vivos en mechones revueltos entre la densa cabellera. Aunque no era la primera vez que sentía la ansiedad de tocarlos, el deseo transmutaba en necesidad. Le ofrecí la Cervada que tomó gustosa, agradeciendo con una sonrisa. Sin decir nada se encaminó hasta lo que simulaba ser una pequeña sala, donde sólo un par de sillones de bola de colores chillantes la llenaban. La raída alfombra debajo de estos, algunas veces fungió de camastro para cuantos nos quedásemos en aquel sitio. No obstante sabía que en esta ocasión no sería así, en cuanto terminara con mi lata de Cervada tendría que largarme hasta un sitio más seguro: mi covacha.

Marian llevó consigo una playera morada con un estampado de The Strokes al frente, misma que tomé en cuanto me la cedió. Me deshice de mis prendas mojadas, exceptuando el pantalón para luego aceptar su invitación a sentarme, como si fuera un recién conocido con el que tenía que llevar a cabo las atenciones propias de un anfitrión. Inconscientemente nos sentamos mirando hacia la ventana que daba justo a una farola en la calle. Las gotas semejaban una batalla de insectos algo similar a los que aparecen en el 3X Bugs, del Z-Box y quise decírselo, no obstante, como si mi lengua se independizara, dije otra cosa.
-Se ve que no va a parar
-¿Tienes algo que hacer?
-Pues no mucho
-Entonces para qué quieres que pare – no supe que responder. Su cercanía, tan habitual, espinaba el espacio casi efímero y volátil que presentí demasiado próximo. Era quizá por los residuos de “arrebato” que todavía navegaban en mi cuerpo que casi pude escuchar su respiración; detrás del riff estrambótico que los Six en ese momento entonaban. No así, el silencio se instaló entre su hombro, la voz de Zambrano y mi hombro, ufanamente, descarado, sin avisar siquiera que ahí se quedaría un largo rato hasta que por fin ella lo pulverizó con lo melodioso de su voz.

- ¿Ya te has hecho música? – no quise siquiera voltear a ver sus negros ojos.
***
La ilegalidad hace del zumo la tentación del fruto. Transcurridos más de una treintena de minutos en aquel sitio, mis piernas comenzaron a querer estirarse. De atravesar la delgada línea que separa el amor amistoso del pasional, estaría condenado tal vez a perder la tranquilidad de sentarme en aquellos bajos sillones o tal vez terminaría cada noche sentado a su lado aún falto de conversación, carcomiendo lo que ahora nos unía, acumulando rutina, desgastando besos, deseos, caricias, gestos, todo aquello que por el momento conformaba nuestra relación, gozando de su hasta ahora oculto romanticismo.
-Se supone que es ilegal
-De cuando acá te interesa la legalidad
-Lo digo por ti
-No mames… - dijo riendo. De nuevo el silencio apareció cuando la voz de Alonso canturreaba "when I left from the opportunity to live in you?" y no hice más que beberme lo último de la Cervada – si la que pregunto fui yo- Terminó sin siquiera voltear a verme.
-¿Tu? – pregunté al fin. Quise convencerme de nuevo que el cúmulo de sensaciones enaltecidas eran producto de “arrebato” mismo que me impedía para con ella, pues su actitud en realidad era tan ordinaria como siempre; quizá era tal vez que la lluvia acrecentaba mi atención a ella.
-No te voy a responder hasta que me digas primero
-Pues no, ya te lo hubiera contado
-Eso si – la miré de reojo beber de su lata, presintiendo la frescura del líquido humedecer su lengua; tomándose su tiempo, tomándose al tiempo en la cervada gloria del momento.
-Si, una vez – confesó por fin. Los Bugs alocados que se proyectaban fuera de la ventana me interesaron más que la respuesta; miré los disparos que cada uno hacían y quise tener el joystick en la mano para atacarlos con el RZ62, quizá una bomba de fósforo los eliminaría más rápido o tal vez…
- Hagámonos música - Su voz, su tersa voz se derramó en mis oídos y su mirada en mis ojos. El espacio dilatado de nuestro silencio respaldó la propuesta. Una cuerda untada de cera resbaló en el erotismo tenso. Tan inflexible como la negación de aquel suceso. Me atolondré y ya no quise correr fuera, quise decirle un sí intenso, rellenar el espacio que dejaba mi silencio con besos y caricias a su rostro, pero me limité a mirar como se perdía hasta la habitación del fondo, seguramente para ir por el gel.
***
Sixsix, ya no cupo más en la escena; aquello requería algo más que riffs armonizados con voces desgarradas, necesitábamos apaciguar la dolencia de tanta espera. Me levanté de un salto para ir de nuevo hasta el disquero en la pared. Mis ojos como moscas buscaron entre tanta letra algo más sublimado. Inesperadamente, apareció lo que para mi era el vuelco pertinente en la evolución de la música, lo que cambiaría para siempre el efecto y la razón de vivir y gozar los sonidos y armonías y que además había llegado hasta mi de forma imprevista. Entre los discos que mi abuelo alguna vez compraría en su adolescencia se había colado aquel disco mediante el cual, por cierto, Marian y yo enlazaríamos una amistad que ya comenzaba a dar atisbos de hermandad; y que yo rescataría de entre un tumulto de objetos abandonados de su vieja época.

Sin dudarlo lo tomé para descubrir de inmediato la inscripción sobre el papel acetato con que se lo entregué la vez que le hablé de dicha agrupación. El escrito me hizo sonreír para luego transformarse aquella sonrisa en exaltación cardiaca cuando Marian apareció de nuevo en la sala.

Apurado, saqué el minúsculo disco del estuche plástico para acomodarlo en el reproductor, mientras Marian se acomodaba en el mismo sillón que antes ocuparía.

Su cara revelaba cierta picardía que contemplé gustoso, tan similar a la de una pequeña niña conciente de la travesura próxima a cometer. La sonrisa que me regaló mientras zarandeaba el frasquito donde guardaba el gel, me provocó una inesperada erección. Mi indiscreta mirada contempló el fino borde de los verdosos calzones que se asomaron fuera del pantalón de velur que no alcazaba a cubrir la cadera. Hice un esfuerzo por recordar si ya antes había descubierto tal indiscreción de aquel pantalón al cual ya tenía el gusto de conocer. No di con recuerdo alguno donde la imagen se hiciera remotamente similar a la de ese momento. Giró justo cuando mi mirada (ya algo húmeda) se resbalaba por su dorso, trepando por la zona baja de su seno en forma de gota, hasta soportarme en el pezón que apenas si pude adivinar su ubicación.

Sus vivaces dedos detuvieron el frasco inclinado hacia la minúscula tapita que sostenía con los de la otra mano, mirando atenta el lento derrame del gel hasta esta última. Un par de gotas cayeron al fin en la tapa que me ofreció inmediatamente.

-Tu primero – atiné a decir antes de beber el último trago de mi cervada
-¿No quieres hacerlo?- preguntó con la mirada de hecha la de una niña reprimida y asustada, con la carnosidad de los labios bañados en su saliva que ya me sonaba a delicia.
-¿Por qué no habría de querer?
-No sé, igual y ni te paso- de nuevo el terco silencio y de nuevo ese atolladero en mi mente y en mi lengua, en el que las palabras se atascaban y ni para atrás ni para adelante.
-Dale pues
-Si no te paso mejor dime y lo guardo
-No, ya lo sacaste
-No voy a hacerlo nada más por no tirarlo – pensé que, de tirarlo, realmente sería un desperdicio, y es que ya no había forma de regresarlo al frasquito, ya no había forma de olvidarse del asunto, era tirarlo y ya, deshacerse de la idea, desecharla como un sucio desperdicio, olvidarse para siempre de aprovechar el momento y quizá olvidarme incluso de volver a sentirla tan cerca como la presentía en aquel instante.

No me di cuenta en qué momento había cruzado la línea, pero ya estaba del otro lado, ya no podía olvidarme del futuro, ni siquiera del pasado o de las posibilidades, nuestra amistosa hermandad se hallaba amenazada por el doble filo: el del desaire o del arrepentimiento. Mi padre alguna vez me dijo que valía más arrepentirse por lo que se hizo que por lo que se dejó de hacer, como nunca antes, pensé que lo mejor era hacer lo que mi padre decía.
***
Tomé la pequeña tapita volteándola dentro de mi boca, esperando la gota de gel caer sobre la punta de mi lengua. El gel cayó resbalando justo hasta su sitio, diluyéndose con lentitud, adormeciendo sutilmente la parte baja de mi lengua. Marian me regaló su triste sonrisa para luego besarme levemente en los labios; sentí a mis manos tomar vida propia yéndose justo a su cadera. Fue ella quien diluyó el beso para repetir el rito, sólo que esta vez sería ella quien probaría el gel.

Paciente cerró el frasquito con la misma tapita, levantándose luego para dejarlo en una mesita empotrada en la pared entre las fotos de los Salitres que tenía debajo de un Ganesh azulado iluminado por luces caleidoscópicas; abandonando el elixir en la ofrenda para la diosa que discreta nos miraba desde su altar. De regreso, sus labios se acomodaron entre los míos, retomando lo que antes había dejado atrás. El sabor de sus labios se confundía con el del gel que no terminaba de diluirse. Una de sus manos subió hasta mi cabello cuando soné en un Re grave, mi esófago había resonado en armonía entera; con la limpieza de las cuerdas hice al la bemol alterar el tono de su fa sostenido en el bajo delicado que sonó. Sus dedos agudizaron el tono que se hizo en canon entre su lira de cabello donde la armonía de fa hacía quinta con el eterno bemol de mi beat acompasado. Un Do acompañado de un bemol enloquecido de dulce gravedad extraviada en el vaivén roto por una nota discorde, que no desafinó, si no más bien entonó la caricia en la sien elevada por un piccicato, haciendo de un gemido la voz de un ángel que extraviado llamara en canto a sus cofrades. La limpidez de las armonías emanadas en la calidez de cada acorde, hizo un bajo trabar un ritmo cadencioso, persiguiendo las caderas que no paraban en su terco bamboleo y que mis manos convertidas en las teclas de un órgano melancólico, afinaron el principio agonizante de un nocturno; Chopin se retorcía en la tumba ante la delicia de aquella composición de cuerpos, de efímeros sonidos que en conjunto hacían una oda estrambóticamente deleitable.

Los decibeles se hicieron en gotas de sudor, en miles de gotas de sudor, interrumpidos por un sonoro scratch que apuntaló un nuevo crechendo de violines nostálgicos. Su entrepierna de violín untándose en el arco de mi virilidad erguida, temiblemente erguida y volcánicamente ardiente; talló la disonancia de una serie de bits alocados, en una húmeda psicodelia exponencial. Entonces pude percibir el aroma del sonido, de ácida dulzura, tan inaudito como el sentir de la suavidad de su piel rozando la mía. Los compases se hicieron eternamente sucesivos, deliciosamente acompasados, acelerando el tempo de vez en vez; jugueteando con la velocidad innata de la cadencia y la consonancia, transmutando de bajo a tensas cuerdas líricas y al aliento de un saxofón oportuno, donde la fricción de la alfombra de bits incitaba a hacer de la obra algo eterno no obstante, de momento, me hice en fa, sol, re, un re tan distendido que cayó en escala hasta su octava próxima donde luego de un canon, se acomodó el silencio.

Afuera hacía rato que los Bugs de lluvia se habían terminado. Marian tenía los ojos cerrados, tan cerrados que pude presentir el goce de su sueño, a poco estuve de acurrucarme a su lado y acariciarle la frente para descender luego hasta sus senos y rozarlos con paciencia, pero no lo hice, en cambio me quedé un largo rato contemplando su rostro, sin reparar que el reproductor láser no paraba de repetir la misma fracción de segundos una y otra vez de una pieza dañada del minidisc, en tanto, por la ventana la luz del alba comenzaba a colarse, sentí que era momento de irme.

Con sigilo y el desconcierto sobre los hombros me levanté. No quería irme, pero temía el despertar de Marian, no deseaba quedarme a ver lo que vendría entonces: la evasión de miradas, las frases embrutecidas, la ansiedad por sentirla de nuevo, la necesidad de repetirlo todo. Una vez que estuve vestido, me encaminé hacia la entrada, antes tuve que detener el atorón del reproductor, entonces el silencio dejó escuchar el mutismo de mis pasos que fue quebrantado por la voz de Marian justo cuando llegué a la puerta.
-Oye – me quedé paralizado en el sitio
-¿Qué pasó? – dije al cabo de unos segundos
-Junto a mi tarjeta, hay un duplicado… si quieres llevártelo – pensé que tal vez sería buena idea regresar con los viejos discos de Nine inch nails.

Bienvenida

Confrontar al erotismo, desnudarlo y darle algo más que un intenso placer de manera literaria y musical, y quizá por qué no, visual. Aquí no habrá bitácoras, ni experiencias personales, tampoco recetas sexuales, quizá tampoco encuentres desnudos explícitos o consejos sobre como asumir preferencias sexuales, este espacio no está dedicado a la sexualidad en su condicionamiento sanitario; este blog nace de la exploración a la zona erógena y sensual de la música y las letras, a esa otra parte que puede y es parte intrínseca para muchos del momento sexual. En este sitio rebasarás la entrega sexual meramente visual, pues si bien es cierto que el cerebro (y la imaginación) es el órgano más importante para el sexo, habrá entonces que desarrollarlo.

Así pues, ¡bienvenido seas!