El track list de este programa.
Fondos
- Funki Puccin
- Falling
- Were is everybody / Nine inch nails
- Open your arms / Editors
- Ende Neu / Einstürzende neubauten
- Fall / The Editors
- California / Dead kennedys
- Camera / Editors
- Nine inch nails
Pistas
- Mr. Sr destruct / Nine inch nails
- Marbel House / The Knife
- Instalation no. 1 / Einstürzende Neubauten
- Here comes the summer / The Fiery Furnances
- The wretched / Nine inch nails
- Lights / The Editors
- Like Pen / The Knife
- Shivers / Nick cave
- Nine inch nails
- Where is there / Röyksopp
Tres partes de nostalgia.
Tomó mi dorso, con sutileza; acariciando levemente mis caderas, acribillándome con una mirada que me obligó a cerrar los ojos. Sentí la tersura de sus yemas recorrer la piel que se erizó al contacto. Dedos durazno, caricia de nube. Con paciencia fue arrancando el boxer. Sus dedos entonces se pasearon por mi endurecido vientre, me sentí al borde del orgasmo; con la punta de los pies en la orilla del rascacielos de mi líbido. Mordisqueé el labio inferior atrapando el gemido que a poco estuvo de escapar, secuestrándolo para torturarlo unos minutos más. Con los ojos cerrados imaginé la escena, no sabía que me provocaba más excitación, si sólo sentir o mirarlo todo, incluso a él, detrás de ella, besándole los hombros.
***
Habíamos llegado temprano al lugar que ya estaba lleno en su totalidad, dejando la barra sólo para nosotros y un par de trajeados que parecieron no percatarse de nuestra presencia. Lena, me había invitado junto con Martín a beber cerveza, hacía tanto que no nos veíamos que acepté la invitación. Nuestra historia tenía tonos amarillentos; en algún momento, un par de años atrás Lena y yo, habíamos vivido un tórrido romance en el que desbordamos el placer hasta el último día de su estadía en México. Luego, Martín se la llevó para regresar justo una semana antes de recibir aquella inesperada llamada telefónica. Ambos se habían ido a Estados Unidos gracias a que la institución para la que trabajan les había ofrecido un trabajo de investigación en el extranjero. Nos prometimos no olvidarnos y seguir en contacto, al cabo de unos meses todo pareció haber terminado definitivamente. Hasta ahora, que los miraba de nuevo, con un nuevo rostro, con una nueva vida por delante.
***
Tomó mi sexo con su delicada mano izquierda y justo cuando ella abría la boca, yo hacía lo mismo con mis ojos. No podía dar crédito a aquello. Desde siempre, su boca era capaz de provocarme una erección con el simple hecho de entreabrirla y dejar que los dientes frontales se asomaran por debajo del labio superior. Cavidad lasciva, donde todo mi deseo nadaba en la saliva. Miré como mi sexo se hundía en sus fauces, me estremecí. Martín pasó su lengua por sobre uno de sus hombros que apenas iba desnudando. En cuestión de segundos y sin mayor recato, logró sacarle la blusa que abrió con pericia desde atrás, sin siquiera mirar la hilera de botones que la cerraban. Lena tuvo que hacer ambos brazos hacia atrás para dejarla salir por completo. El sujetador pronto fue relajado, para luego los tirantes descender por los mismos brazos. Volcanes inversos pendiendo del cuerpo, de donde quise beber toda la lava ardiente. Las manos de Martín rozaron los endurecidos pezones y una de ellas subió hasta el cuello, ella, respondió con un gemido ahogado justo cuando su lengua se asomaba para acariciar el cuerpo hinchado de mi sexo. El manantial de mi placer, estuvo a poco de brotar.
***
Martín y yo pedimos cerveza una vez que estuvimos en la barra, Lena pidió una naranjada, cosa que me sorprendió. Pocas veces me atreví a mirarlo a los ojos, la maldita culpa, a pesar de estar añejada aún me impedía mirarlo directo. Lena, me regaló de nuevo aquella mirada que me hizo recordarla debajo de mis sábanas tiempo atrás, llenándome de intriga, llenando mi boca de deseo por probarla nuevamente. No sabía a ciencia cierta si él ya estaba enterado de nuestro clandestino pasado, no obstante en aquel momento parecía no importar. Levantamos Martín y yo nuestras botellas y Lena hizo lo mismo con su vaso lleno de naranja; entonces brindamos por los viejos tiempos, por los momentos añejados, por el silencio que los hizo buscarme de nuevo.
Entre los dos se encargaron de ponerme al tanto de lo que había sido su vida lejos de su país, una vida envidiable que me obligó a beber con premura mi cerveza y pedir un par más antes de que concluyeran con su relato. Todo era distinto en su nueva vida y su relación iba en mejora, según me contaron. Mi deseo de estar de nuevo con Lena a solas, se evaporaba como el humo del cigarro de Martín quien a pesar de su promesa antes de irse, no había logrado dejar de fumar.
Entre los dos se encargaron de ponerme al tanto de lo que había sido su vida lejos de su país, una vida envidiable que me obligó a beber con premura mi cerveza y pedir un par más antes de que concluyeran con su relato. Todo era distinto en su nueva vida y su relación iba en mejora, según me contaron. Mi deseo de estar de nuevo con Lena a solas, se evaporaba como el humo del cigarro de Martín quien a pesar de su promesa antes de irse, no había logrado dejar de fumar.
***
Los labios de Lena dejaron mi sexo cuando su cuerpo se irguió para permitir que Martín la acariciara con libertad. Echando su cabeza hacia atrás, parecía estar apoyada en el hombro de él quien aprovechando la postura le besaba la parte del cuello que el cabello dejaba libre. Tuve que enderezar mi cuerpo para alcanzar el de ella, mis manos se fueron directamente a sus caderas contorneándolas con delicadeza, mi lengua presta se fue directamente hasta el ombligo ahora desnudo. Hendidura de mi deseo eterno. Las manos de Martín abrieron paso para que mi lengua pudiera subir hasta los enardecidos senos que sentí un tanto más endurecidos que en otras ocasiones. La boca, de nuevo la boca de ella se hallaba entreabierta, disfrutando, gozando de cada caricia, del par de manos y lenguas que la adoraban como a una diosa. Aspiré el perfume de la piel que me supo ajena, aunque por ese instante tan mía. Discretas mis manos abrieron el pantalón ajustado de ella mientras Martín hacía lo mismo con el suyo. Una vez abierto, lo arrastré por las piernas que miré perfectamente contorneadas y con el tono de piel que la hacía única y que en cada encuentro siempre quise devorar. Vapor dérmico, inundando los pulmones. La prenda salió luego de que con urgencia, le saqué los zapatos y calcetines, siempre asistido por ella. De regreso mis manos se deslizaron por todo el perfil de su figura hasta que en un punto, justo en las caderas, rozaron con las de Martín. Me estremecí.
***
Sus planes a futuro me hicieron desear estar muerto y pensar que mi vida se reducía a un rutinario trabajo que al paso de los años me dejaría una tremenda barriga y una terrible adicción por el café. Seguramente de habernos fugado Lena y yo habríamos llegado lejos. Aunque no tanto como lo estaba haciendo con Martín. Entonces me sentí incómodo, la mirada complaciente y los espontáneos golpecitos en mi espalda por parte de Martín me hicieron odiarlo y quererle romper la cara en ese momento, o en otro de menos ebriedad; pero rompérsela con todo el odio en los puños, con todo el dolor en el pecho.
Lena pidió una naranjada más, que bebió en pequeños tragos como hizo con la primera. El lugar se llenó de Röyksopp. La música me hizo viajar años atrás en que le había ofrecido mi vida entera, en que le había dicho que sería todo de ella si así me lo pedía. El olor de un recuerdo casi olvidado me picoteó la nariz e hizo que la mirara de nuevo ahí, acostada frente a mi, riendo divertida mientras yo le bailaba esa misma pieza, saliendo del baño de aquella habitación de hotel con la toalla amarrada en la cintura, justo, como me había dicho que ella le había bailado la misma canción a Martín tres noches atrás.
Entonces Martín tuvo que ir al baño dejándonos solos, como antes, como siempre me había gustado estar con ella. El silencio se atravesó entre los dos por unos segundos que parecieron interminables y que por fin ella espabiló con su dulce voz.
-¿Aún me deseas?- dijo, no supe si se trataba de una pregunta o un sarcasmo.
Lena pidió una naranjada más, que bebió en pequeños tragos como hizo con la primera. El lugar se llenó de Röyksopp. La música me hizo viajar años atrás en que le había ofrecido mi vida entera, en que le había dicho que sería todo de ella si así me lo pedía. El olor de un recuerdo casi olvidado me picoteó la nariz e hizo que la mirara de nuevo ahí, acostada frente a mi, riendo divertida mientras yo le bailaba esa misma pieza, saliendo del baño de aquella habitación de hotel con la toalla amarrada en la cintura, justo, como me había dicho que ella le había bailado la misma canción a Martín tres noches atrás.
Entonces Martín tuvo que ir al baño dejándonos solos, como antes, como siempre me había gustado estar con ella. El silencio se atravesó entre los dos por unos segundos que parecieron interminables y que por fin ella espabiló con su dulce voz.
-¿Aún me deseas?- dijo, no supe si se trataba de una pregunta o un sarcasmo.
***
Me quedé en cuclillas luego de haber chocado mis manos con las de él, ahí me instalé a besar sus alargadas piernas, y me faltó tiempo, me faltó una vida para poder probar cada poro. De momento, levanté la vista atisbando como en lo inmaculado de sus bragas se formaban arrugas cuando Martín comenzó a bajarlas con lentitud. Me excité aún más y tuve que ponerme en pie para sacarme la ropa por completo. A Martín aún le quedaba la playera por lo que luego de que yo me desnudé, él me imitó dejando a Lena para mi solo. Caudal de deseo prohibido flagelando el alma con miradas seductoras de sabor euforia. Lena me ofreció la espalda, que de inmediato detuve con mis manos, tomándola por ambos brazos, la tuve quieta para que mi lengua pudiera bajar hasta llegar a sus hinchadas nalgas. Montes delirantes de perverso placer implícito. Con ambas manos las acaricié, con la misma delicadeza con que acariciaría a un bebé. Mi lengua bajó entre ellas, probándola toda y regresando hasta la baja espalda. Por error alcancé a mirar el cuerpo desnudo de Martín. La simple imagen me excitó aún más. Lo miré acercarse, detenerse justo frente al cuerpo que tenía frente a mi, y desde ahí escuchar como sus lenguas se enredaban. Lacónica vida, consumada en un roce de labios. Entonces vi, como la iba penetrando.
Pude escuchar un que gemido escapaba del cuerpo de ella, la posición resultó incómoda por lo que ambos se encaminaron en reversa hasta quedar cercanos a la cama. Los seguí y los miré tenderse de costado, aún invitándome a disfrutar aquel goce. Me acomodé detrás de ella para continuar con mis caricias al costado de su cuerpo. Roce de dedos flama. Las manos de Martín chocaron las mías en diversas ocasiones, a las que esta vez, ya no les di importancia. Mi boca probó su espalda mientras podía escuchar como en cada penetración de él, le eran exprimidos gemidos placenteros que terminaron por contagiarme. Inspirado, tomé una de sus delicadas nalgas para abrirla con astucia y luego de acomodar mi sexo, la penetré.
Pude escuchar un que gemido escapaba del cuerpo de ella, la posición resultó incómoda por lo que ambos se encaminaron en reversa hasta quedar cercanos a la cama. Los seguí y los miré tenderse de costado, aún invitándome a disfrutar aquel goce. Me acomodé detrás de ella para continuar con mis caricias al costado de su cuerpo. Roce de dedos flama. Las manos de Martín chocaron las mías en diversas ocasiones, a las que esta vez, ya no les di importancia. Mi boca probó su espalda mientras podía escuchar como en cada penetración de él, le eran exprimidos gemidos placenteros que terminaron por contagiarme. Inspirado, tomé una de sus delicadas nalgas para abrirla con astucia y luego de acomodar mi sexo, la penetré.
***
Sonreí, no sabía a ciencia cierta si era un juego todo aquello y si la idílica historia de su nueva vida se trataba sólo de una treta para mirar mi cara de estúpido al ser relatada.
-¿Tu qué crees?- me limité a responder con la pobre soltura que mi embriaguez me permitió.
-¿Lo harías conmigo...-
-¡Claro que si!- dije casi en un grito que de no ser por lo estrambótico de la música se habría escuchado en todo el lugar.
-...y con Martín?- sudé.
Alguna vez, ella me había confesado que una de sus máximas fantasías era estar con dos hombres al mismo tiempo. No le creí. Siempre pensé que aquello era una fantasía que a ninguna mujer podía excitar, me resultaba demasiado perverso para ser creíble. Röyksopp taladró mis oídos mientras uno de los pies de Lena rozaba la parte trasera de mi pantorrilla. Creí desvanecerme en aquel instante, una imperiosa necesidad de poseerla me abordó y a poco estuve de besarla cuando Martín regresó.
La miré en cada oportunidad que él se distraía, sólo para comprobar si lo que me había dicho era cierto y si aún seguía en pie la propuesta. La simple idea de desnudarme frente a Martín me provocaba cierta inhibición que me hizo temer –en caso de aceptar la oferta- no poder responder a mi excitación.
Al final de la sexta cerveza fue Martín quien ofreció irnos al departamento que su hermano les había prestado para su corta estadía en la ciudad. La embriaguez me hizo aceptar sin siquiera pensar de nuevo en la proposición que ella me había hecho. Conduje guiado por la disimulada embriaguez de Martín que se acomodó en el lugar del copiloto una vez que acerqué el auto frente a la puerta del lugar. Miré a Lena por el retrovisor salpicada de las luces citadinas. Desee dejar el volante y sentarme con ella, acurrucarme en su cuello, aspirarla, olerla por el resto de mis días, acomodarme en su hombro y dormir así, eternamente, olvidarme de su nueva vida y de Martín, sentirme protegido por esa inquietante sensación maternal que ahora me inspiraba.
Sus ojos contemplaban el anochecido paisaje, embarrándolo de la tristeza que ahora le escurría como lágrimas. De momento, me miró seria y al cabo de unos segundos sus labios se hicieron una hamaca donde mecí mis sueños más melosos.
-¿Tu qué crees?- me limité a responder con la pobre soltura que mi embriaguez me permitió.
-¿Lo harías conmigo...-
-¡Claro que si!- dije casi en un grito que de no ser por lo estrambótico de la música se habría escuchado en todo el lugar.
-...y con Martín?- sudé.
Alguna vez, ella me había confesado que una de sus máximas fantasías era estar con dos hombres al mismo tiempo. No le creí. Siempre pensé que aquello era una fantasía que a ninguna mujer podía excitar, me resultaba demasiado perverso para ser creíble. Röyksopp taladró mis oídos mientras uno de los pies de Lena rozaba la parte trasera de mi pantorrilla. Creí desvanecerme en aquel instante, una imperiosa necesidad de poseerla me abordó y a poco estuve de besarla cuando Martín regresó.
La miré en cada oportunidad que él se distraía, sólo para comprobar si lo que me había dicho era cierto y si aún seguía en pie la propuesta. La simple idea de desnudarme frente a Martín me provocaba cierta inhibición que me hizo temer –en caso de aceptar la oferta- no poder responder a mi excitación.
Al final de la sexta cerveza fue Martín quien ofreció irnos al departamento que su hermano les había prestado para su corta estadía en la ciudad. La embriaguez me hizo aceptar sin siquiera pensar de nuevo en la proposición que ella me había hecho. Conduje guiado por la disimulada embriaguez de Martín que se acomodó en el lugar del copiloto una vez que acerqué el auto frente a la puerta del lugar. Miré a Lena por el retrovisor salpicada de las luces citadinas. Desee dejar el volante y sentarme con ella, acurrucarme en su cuello, aspirarla, olerla por el resto de mis días, acomodarme en su hombro y dormir así, eternamente, olvidarme de su nueva vida y de Martín, sentirme protegido por esa inquietante sensación maternal que ahora me inspiraba.
Sus ojos contemplaban el anochecido paisaje, embarrándolo de la tristeza que ahora le escurría como lágrimas. De momento, me miró seria y al cabo de unos segundos sus labios se hicieron una hamaca donde mecí mis sueños más melosos.
***
Gimió, gimió como nunca la había escuchado gemir, no supe si era dolor o placer, o placer-dolor, no supe si aquello la excitaba o la hacía sufrir, pero a mi, me tenía sumamente excitado, eufórico y creo que a Martín también. Giró su cabeza para buscar mis labios con los ojos cerrados, torcí mi cuerpo para alcanzarlos y probarlos, enredar las lenguas, Martín se entretuvo con los senos, plagándolos de caricias y besos, llenándolos de la perversidad de su amor, de un silencio que nunca supe a bien si era por placer o dolor. Entonces ella giró sacándome de su cuerpo y sin con urgencia se enderezó para montarse sobre el hombre de su vida quien ya se había acomodado boca arriba. Dobló su cuerpo por la mitad y supe que era una invitación más a disfrutarla. No me contuve y la besé, la besé todo cuanto pude, todo cuanto mi lengua logró probar. De nuevo entré en ella. Las manos se enredaron, los gemidos se hicieron uno, la nostalgia de los años pasados se revolvió haciendo un cóctel de recuerdos en él, en ella, en mi.
Miré el rostro de Martín desde mi perspectiva y quise arrancarle a aquella mujer para siempre, llevármela, huir... quedarme con ambos.
Los movimientos en la cadera de Lena me hicieron sucumbir en un placer casi enloquecedor, ya no sabía quien de los tres disfrutaba más de aquel deleite, no quería enterarme; cerré mi mente y disfruté, gocé como nunca antes lo había hecho, como si fuera la postergada despedida que nunca nos dimos. Entonces nos llenamos de placer. El cuerpo de Lena se convulsionó y una de sus manos tomó una de mis piernas arañándola por accidente mientras la otra hacía lo mismo en el rostro de Martín quien bufó como un toro en celo, como un desquiciado amante perverso, yo la llené de mi placer.
Miré el rostro de Martín desde mi perspectiva y quise arrancarle a aquella mujer para siempre, llevármela, huir... quedarme con ambos.
Los movimientos en la cadera de Lena me hicieron sucumbir en un placer casi enloquecedor, ya no sabía quien de los tres disfrutaba más de aquel deleite, no quería enterarme; cerré mi mente y disfruté, gocé como nunca antes lo había hecho, como si fuera la postergada despedida que nunca nos dimos. Entonces nos llenamos de placer. El cuerpo de Lena se convulsionó y una de sus manos tomó una de mis piernas arañándola por accidente mientras la otra hacía lo mismo en el rostro de Martín quien bufó como un toro en celo, como un desquiciado amante perverso, yo la llené de mi placer.
***
El lugar se iluminó justo cuando entramos, Martín me invitó del wiskey que su hermano escondía en una escueta cava. Acepté más por continuar con aquella embriaguez nostálgica que por el gusto a la bebida. Lena presumió de su sobriedad en más de una ocasión hasta que por fin Martín nos dejó de nuevo a solas para buscar entre el tumulto de discos apilados la misma canción de Royksopp que había sonado en el bar. En tanto, ella me tomó con ambas manos el rostro y regalándome una triste mirada habló.
-He venido a despedirme, de ti, de mi país, de mi vida... – la miré desconcertado y por un momento me asusté; preferí escuchar – estoy embarazada. Royksopp sonó y el corazón se me salió.
-He venido a despedirme, de ti, de mi país, de mi vida... – la miré desconcertado y por un momento me asusté; preferí escuchar – estoy embarazada. Royksopp sonó y el corazón se me salió.
fantastico. maravilloso hilo que los enreda. maravilloso que royskopp los invada asi. felicidades
ResponderEliminarMe parece que las palabras clave nos llevan al desenlace, sin privarnos claro, de la excitación durante el relato. Muy conmovedor también karlos, muy -nostálgicamente conmovedor-
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