28 noviembre 2009

Muerte aparte

Luego de una larga ausencia, estoy de nuevo con ustedes en una entrega más del podcast de la frecuencia, espero queden complacidos y si no, pues ojalá me lo hagan saber. Bienvenidos sean una vez más.

Muerte aparte
La muerte del espíritu II




Rolando buscó con la mirada, el sitio más cercano a ella. Desde la entrada pudo adivinar en donde se hallaba y casi intuir con quien. La miró de espaldas y no pudo creer que aún en aquellas condiciones luciera tan atractiva. Y es que en realidad nada había cambiado, incluso el tono de voz seguía siendo el mismo, daba la impresión que en realidad la muerte le divertía más que acongojarla. Caminó despacio y en silencio como solía hacerlo, con el aire de arrogancia que lo caracterizaba, jaló una silla colocándola cerca de ella. Michelle volteó sorprendida abrazándolo al instante, besándole con premura la mejilla para después quedarse por algunos minutos dentro del abrazo.
Las caras largas del resto se deshicieron y todos se movieron, era como si les hubiera llegado algún respiro, como si sólo de esa forma pudieran escapar de la chiflada conversación de Michelle.

Entonces pudo sentir la fragancia, impregnada en el cuello llenarle enteramente los pulmones, casi al hastío convertido en placer. Le miró el mentón perfectamente delineado y quiso probarlo, rozarlo ya no con la mejilla si no más bien con los labios, probar de qué estaba hecho y a lo que sabía. Fuera se escucharon Las Golondrinas, en un canto lastimero casi perteneciente a otra dimensión y que sin embargo le llenaron los oídos, como una canción de amor ejecutada justo para el encuentro. Le acarició el cabello sintiendo todavía la humedad del baño. Cómo le fascinaba mirarlo así, con ese frescor purificante, pero sobre todo palparlo, pues sólo así lograba complacer a la de pronto exasperante ansiedad. Acomodó la frente sobre el hombro olfateándolo una vez más, degustando la piel protegida por la camisa que se miraba más negra ante lo límpido de la luz de halógeno instalada en el techo. Casi pudieron escuchar las respiraciones de cada uno y ella contar discretamente el retumbar del corazón acelerado oculto en el endurecido pecho hasta que por fin Miranda los separó con sólo una frase.

-Rolando ¿cómo estás?

***

Se había levantado por un vaso con café por lo que a su regreso, fisgoneó entre el respaldo y el asiento, el discreto asomo de las bragas de Michelle, gozando la visión, completando el círculo morboso que había iniciado al acercar su silla a ella. Se sentó mirándolos a todos, en silencio, contemplando el dolor ensombrecido por la vitalidad que ni en aquel sitio lograba menguarse en Michelle. Le revisó las piernas mientras simulaba soplar al calor del café casi helado en el vaso, descubriéndolas fuertes aunque cortas, pero que se le antojaron para rozarlas, cuando menos palparlas por sobre la tela mezclilla del pantalón y con ello avanzar sin mediación hasta el borde del pantalón y entonces, tirar de él y bajarlo con sutileza hasta la mitad, dejándolo en las rodillas; ahí adivinar la figura debajo de los calzones ceñidos, tanto que parecieran ser parte de la carne tan próxima y tan lejana. Así, juguetear con la punta del dedo índice, en el vientre plano, llegar al ombligo, hundirse en él en tanto la miraba directamente a los ojos.
La atención de una mirada a su lado, le hizo retirar la suya de las piernas de Michelle, para luego tocarle el hombro desnudo una vez que ella guardaría silencio.
-¿Cómo estuvo?- preguntó sin siquiera voltear a ver los ojos de Miranda que no se apartaban ni un instante de su rostro.
-Pues… - respondió Michelle parando unos segundos que sonaron eternos – empezó a decir cosas raras, que ya no quería estar aquí, que no le gustaba vivir así y no sé que más… -Michelle enmudeció y su mirada se quedó perdida en la mesa en la que cada uno jugueteaba con algún objeto diferente.
-¿Pero ya te había dicho algo antes?
-Algo ¿como qué?
- No sé, acerca de matarse o alguna cosa así
-No, nunca me dijo nada por eso me sacó de onda – Rolando miró la lengua de Michelle asomarse por entre los dientes, acariciando con la punta el labio inferior que presintió hinchado. Pensar en la tibieza de su baba hizo a su pene llenarse de sangre. A discreción colocó ambas manos, ocultando la evidencia de su anhelo. Michelle se perdió en los recuerdos dejando la mirada fija en los muslos de Rolando descubriendo las manos sobrepuestas en la entre pierna, ansiando descubrir lo que éste ocultaba, en tanto Rolando se perdió en los pequeños senos abultados y quiso amasarlos, lamerlos, llenarlos de caricias y mordiscos, exprimirles la leche aún no gestada.
-¿Y se aventó nomás así? – Michelle ya no respondió. Un sonoro lloriqueo llenó la sala que fungía de cafetería dentro del velatorio. Todos agacharon sus rostros mientras Rolando le daba consuelo abrazándola una vez más.
Si tan solo pudiera llevársela lejos de ahí, sacarla bajo alguna excusa, meterla en algún rincón dentro del lugar, borrar el recuerdo de Rodrigo que ya comenzaba a calarle.

***

Cada uno de los cabulas abandonó el lugar, a intervalos, dejando entre los últimos a Miranda, Sidar, Rolando y obviamente a Michelle quien ya se había repuesto de nuevo. Para Rolando la muerte de Rodrigo lo había tomado por sorpresa, pese a conocerlo jamás imaginó que éste en algún momento llevara a cabo su obsesiva fijación por la muerte, siempre imaginó que sería él el primero en morir. De pronto la muerte le iba entrando hondo, jugueteando con los dedos en su corazón, paseándole el alma.
Michelle se hizo en pie situando el centro de su cuerpo muy de cerca al rostro de Rolando quien había doblado el cuerpo en una postura de meditación. La cercanía le hizo mirar el abultado pubis que presintió jugosamente ardiente, pulcro, inmaculado, plagado de ese aroma que le golpeó de improviso. Ante tal cercanía, le fue difícil dibujar con exactitud el perfil contorneado del cuerpo femenino, no así, dilucidó la suavidad de aquella carne, una suavidad por demás prohibida aunque por lo mismo digna de ser probada. La mano de Michelle se posó en su cabeza cuando se ofreció acercarle un vaso más con café a lo que Rolando se negó. Entonces la miró perderse y llevarse con ella el aroma que lo embriagaba.
-No mames, como pudo matarse ese wey teniendo a esta vieja – dijo Sidar despabilando a Rolando de su ensimismamiento.
-Pues igual no podía
-Se me hace que es bien caliente
-See
-Pinche Rodrigo, la cagó
-La neta no sé porque chingados hizo esto, la neta
-Si yo tuviera una vieja así, ni madres que me mataba
-Nel, yo creo que yo tampoco
-Oye wey – dijo Sidar acercándose un tanto más a su compañero – no lo habrá matado esta vieja
-No mames, no digas pendejadas
-Tu que sabes – replicó Sidar alejándose de nuevo
-¿Para qué lo mataría?
-Pues igual está tan pinche loca que lo aventó sin querer
-Nel, no creo, estará muy pinche loca pero no creo que sea capaz de hacer eso
-Y ahora lo peor es que, ni tocarla – terminó Sidar acomodándose en su lugar
-Hey – fue lo único que pudo responder Rolando pues Michelle y Miranda se hallaban de regreso, con un refresco en mano.

***

Ni tocarla. Pensó Rolando con la proximidad del cuerpo de Michelle incitándolo, invitándolo al menos a mirarla cada vez que ésta sin mayor razón le tocaba la pierna o lo abrazaba en aparente busca de consuelo. La madre de Rodrigo apareció en el sitio, llamando discreta a Michelle quien por primera vez demostró cierta madurez. En la lejanía la mujer habló con la chica que de espaldas a ellos le dejaba mirarla completa.
Ni tocarla, volvió a pensar, ¿por qué carajos no podía hacerlo? Además parecía que a ella no le fuera indiferente, quizá era cuestión sólo de dejar pasar un tiempo y entonces él podría acercarse, buscarla, aunque, cómo hacer para evadir el fantasma de uno de sus más grandes camaradas. Fastidiado, colocó una de sus manos en el respaldo del asiento que era de Michelle, a la espera de que la mujer la dejara por fin regresar, en tanto Miranda y Sidar esperaban en silencio. Por fin la madre de Rodrigo se despidió de la chica saludando antes de salir, a Rolando quien le devolvió una mirada igual de triste que la de la señora. Michelle llegó acomodándose justo en el respaldo de la silla que antes usaría, embarrando el pubis en los dedos de Rolando quién de nuevo sufrió una erección.
-Que los pinches polis quiere que vaya mañana a declarar – ¿acaso no sentía? ¿Era posible que no pudiera al menos percibir el borde de los dedos rozarle la entre pierna? Se preguntaba Rolando mientras la miraba desde su asiento, hablar.
-Pues si quieres te acompaño – dijo Miranda. Tal vez si movía los dedos entonces se daría cuenta del roce que estaba gozando o mejor aún, quizá si volteaba la mano para palparla con las yemas, para presentir lo que con el anverso advertía: la dulce blandura de la carne. El centro de Michelle se pegó todavía más cuando ésta se estiró alcanzando de la mesa una servilleta que había estado amasando.
-Pues igual, la neta no quiero pedos pinche Rodrigo– respondió Michelle casi en lágrimas enderezando de nuevo su cuerpo y ejerciendo todavía más presión sobre la silla o más bien, sobre los dedos de Rolando quien discretamente buscó la mirada de Sidar encontrando en ella la complicidad de aquella evidencia. Por fin Rolando se animó a mover los dedos con sutileza sin notar reacción alguna.
Miranda se levantó de su sitio para abrazar a Michelle quien la recibió girando su cuerpo, alejándose apenas unos centímetros de la mano de Rolando para luego regresar a ella aunque esta vez con el acolchado par de nalgas.

***

Rolando sintió desfallecer. Michelle se hallaba de nuevo sentada junto a él y en su mano todavía podía sentir la blanda carne del trasero. Sidar propuso entonces salir a fumar respaldado por el resto quienes se hicieron en pie de inmediato. Sidar a la cabeza dirigía la pobre fila que habían formado, quedando al final Rolando quien ya no podía dejar de mirar el cuerpo de Michelle, olvidándose por completo del lugar en el que se hallaban. A poco de salir, la mano de Rolando rozó accidentalmente uno de los senos de la chica al pretender abrir la puerta, entonces Michelle reclamó.
-Órale wey – dijo en voz alta
-¿qué pedo?
-Hazte wey- respondió la chica sorprendiendo a Rolando ante el reclamo
-No mames ni que te quisiera manosear – dijo una vez que habían salido todos
-¿No? Hazte wey bien que se te antojan - repuso Michelle tomando sus senos de la parte baja para juntarlos y bailotearlos una vez abultados
-No mames
-A poco no se te antojan – replicó de nuevo Michelle
-Pinche Michelle estamos en el funeral de Rodrigo – intervino Miranda
-Y qué, no mames que se va a enojar, nomás le estoy diciendo que si a poco no se le antojan, a poco no se te antojan a ti – se refirió entonces a Sidar quien no puedo evitar mirarlos sin discreción, respondiendo sólo con una sonrisa nerviosa
-¿Quién trae tabacos? – preguntó al fin Miranda recibiendo una negativa por respuesta de parte de todos – pues vamos entonces por unos ¿no? – dijo dirigiéndose a Sidar que se hallaba cercano a ella. El par avanzó dejando a los otros en silencio hasta que por fin Rolando habló.
-Está cabrón ¿no?-
-La neta si, nunca pensé que lo fuera a hacer, igual estaba bien pinche loco, pero no me imaginé la neta que lo fuera a hacer – los ojos de la chica derramaron un par de lágrimas involuntarias resultando aquello en un sollozo incontrolable que hizo a Rolando abrazarla.
Sentir su piel, sentirla dentro de su abrazo, imaginarla desnuda ante tal derroche de vulnerabilidad lo excitó sin poder evitarlo aún más al percibir el fuerte abrazo que la chica le devolvía, sin dar siquiera alguna señal de querer soltarlo. Era el momento, quizá así podría comenzar algo, aún con la muerte de Rodrigo encima, aún con la pérdida de un espíritu al que tanto quería, aún cuando su cofrade hubiera muerto gracias a aquella chica, aún cuando él también podía morir por desamor o simplemente por remordimiento de sentirla con ese deseo desbordado e incontrolable. Ya nada importaba, como tampoco le había importado a Rodrigo abandonarlos sin previo aviso, igual que a Rodrigo le habría importado lo menos al largarse sin siquiera despedirse, sin siquiera devolverle un tantito de su veterana amistad; o concederle al menos la libertad de sentir lo que sentía en aquel abrazo con Michelle.
Titubeante, una de las manos descendió por el talle perfilado de la chica, acomodándose justo donde las nalgas iniciaban, amoldándose al bultillo que se levantaba alevosamente, dejando caer un par de dedos, los últimos de la mano, sobre el preciado trasero ajeno. Michelle no dio muestras de notar aquello, las lágrimas seguían derramándose sin control, por lo que con la otra mano Rolando le levantó el mentón para tener su cara por fin de frente, cerca, quizá demasiado cerca para los escasos fisgones circundantes. Entonces se fue acercando, buscando sus labios, buscando el aliento para aspirarlo, para calentar todavía más su cuerpo con su tibieza, depositando un dulce beso que Michelle de inmediato rechazó.
-¡No mames wey! – dijo por primera vez en un tono de voz tan bajo que Rolando no lo creyó a no ser por la distancia que Michelle puso de por medio al salirse del abrazo
-¿qué pedo?
-No mames wey, ¿todavía preguntas qué pedo? era casi tu carnal – dijo Michelle enjugándose las lágrimas. La mente de Rolando se quedó en blanco por unos instantes, aunque comprendía de lo que Michelle hablaba, no entendía su reacción no comprendía como era posible que entonces actuara de aquella forma.
-Tu ni lo querías – fue lo único que logró responder
-No sabes ni madres, no sabes absolutamente nada – terminó Michelle dando media vuelta introduciéndose una vez más en el velatorio.

Sidar y Miranda preguntaron de inmediato por Michelle una vez que se encontraron con Rolando quien se limitó a avisarles de su imprevisto regreso a la capilla de velación. En silencio el tercio se fumó un cigarro para luego ir en busca de Michelle.

Ahí estaba, de pie, brillando con su esplendor natural de entre todos los dolientes, reluciendo por la figura perfectamente delineada de su cuerpo, de espaldas a ellos, regalándoles una imagen casi angelical. El primero en acercarse esta vez fue Sidar quien sin más la abrazó desde atrás, haciendo con esto que ella se acomodara en su cuerpo, simulando un coito silencioso y clandestino, en un ademán por parte de ella por demás voluptuoso. Rolando se acercó temeroso al fin hasta la caja, mirando la muerte de Rodrigo, disculpando a su amigo, comprendiendo al fin la razón de su escape.


Pistas

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My wife lost in the wild

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LFC / El arte de la elegancia
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Whitest boy alive / all ear

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Barbara Hendricks / Sometimes I feel like a motherlees

Zero 7 / Simple things


Película recomendada:

Peicula: Lunacy
País: República Checa / Eslovaquia
Año: 2005
Director: Jan Svankmajer


El Trailer

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